jueves, 1 de marzo de 2012

~Medio millón de letras

La vida me sonríe ahora, me siento mejor que nunca, pero no siempre fue así. Antes de que te cruzaras en mi camino, viví muchas experiencias. El tiempo me ayudó a enterrar todo lo malo, los buenos recuerdos empezaron a aflorar sin que hiciera el mínimo esfuerzo. Los días pasaban por mí como horas eternas, no vivía realmente. Mi ser estaba perdido, fui un alma en pena caminante. Tuve muy pocos tiempos míos, de soledad, y los que fueron, solo vieron más y más de mis lágrimas correr por mis mejillas. Nunca estuve realmente sola, nunca demostré a todos lo muerta que estaba por dentro. Seguí viviendo normalmente, y durante un año estuvo siempre una misma persona dispuesta a hacerme reír y hacerme sentir bien. Creí sentirme bien, creí sentirme viva nuevamente. Compartí con mis pares todas las veces que quise y pude, baile como nunca, hice cosas que con otra persona no habría hecho. Logré convencerme de que por fin todo estaba bien, que había superado mi mayor pena, que mis heridas habían sanado, que estaba dispuesta a luchar por esa persona que tanto me daba. Me amenacé. Me dije a mi misma que tenía que intentarlo, que me iba a lanzar contra viento y marea, contra todo quien se interpusiera a mi felicidad, que asumiría el estar con alguien, aunque ese alguien fuera justo lo que mis papas no quería para mí. Puse fecha límite. Me aferré a la sensación de pertenencia que él provocaba, a la idea de lo que representaba, a sentirme una consentida, querida, adorada, prescindible. ¿Quién querría dejar todo eso para estar sola? La mitad estaba lista, el me quería y listo, pero no le querían donde más tenían que quererle, mi familia. Le adoraban mis amigos, encajaban perfecto con todos y por ese mismo motivo era que estaba en todas partes, incluso el día en que te vi por primera vez. Aquel día, mi vida se puso de cabeza. Yo juro, que cuando te vi y te reconocí, me ahogué. Fue una reacción automática a inspirar y contener el aire. Mi alma volvió a mi cuerpo. La pieza que estaba perdida, encajó perfectamente. Sentí de nuevo cómo me circulaba la sangre desde los pies a la cabeza. Logré poner atención nuevamente a los latidos de mi corazón. El revoloteo de las mariposas no me dejó dormir esa noche. Lo único que podía ver cuando cerraba los ojos, eran tus ojos. Mis cinco sentidos se hicieron presentes en su máxima expresión. Los pájaros cantaron como nunca cuando amaneció, las rosas estaban más rojas, más abiertas, ¡más vivas!. Intenté engañarme de nuevo, con más convicción que antes de que no estaba bien, que era un error, que no podía hacerle daño a quien estaba conmigo. No podía poner en jaque su felicidad. Comenzó el tiempo entonces a hacer lo suyo, y tú lo tuyo también, aunque no fuera voluntario tal vez, y mi concentración era cada vez más efímera y mis pensamientos cada vez más soñadores. Las noches me ponían a prueba, mi curiosidad en aumento y la intranquilidad por unos días se volvió mi compañera. Me sentí perdida y por alguna extraña e inconsciente razón de pronto mi corazón estaba tomando una decisión. En menos de una hora de conversación, mientras lo convencía de que eso no iba tan bien como esperaba, me convencía a mi misma de que mis ganas de estar con alguien estaban mal dirigidas. Se bajó del auto, le di vuelta a la calle y sin que me importara nada ni nadie te llamé. Sin algún pretexto previamente estudiado, sin saber qué decir, sin saber qué hacer cuando te tuviera enfrente. No me propuse conquistarte, no forcé que me gustaras, no me obligue a encantarme. Nació de mí sin la más mínima intención, sin previo aviso. Siempre he creído que la vida entrega señales para todo, que las cosas pasan por algo, que todo está escrito, que una acción es consecuencia de otra anterior y una siguiente. Que las decisiones son producto de la ley causa-efecto, pero cuando apareciste rompiste todos mis esquemas. ¿Cuál de todas mis decisiones fue la que te puso en mi vida así tan de pronto y tan espectacularmente? No es trascendente que conozcamos esa respuesta ahora, tarde o temprano la sabremos, pero no deja de ser interesante que sin más la persona que siempre idee para mi haya estado tan cerca y que la vida misma y todo lo que ella implica se haya encargado de ponerte en mi camino. Desde que salimos por primera vez juntos, no he dejado de sorprenderme: de las afinidades, de la química, de tus ojos, de tu sonrisa. No estás ni cerca de imaginar cuánto me gusta esa sonrisa, ni todo lo que me provoca esa sonrisa, de cuánto bien me hace tu compañía. Que desde que llegué a mi casa de esa salida tan improvisada de domingo, sentí por fin cómo cerraron todas mis heridas, como sanó mi piel, como se renovó mi energía. No podía hacer otra cosa que saltar, correr, gritar. La adrenalina estaba al máximo en mi sistema completo y de ahí que no paró de subir en intensidad. Se congelaron mis miedos, me entregué a vivir un sueño, mi sueño.