Fui feliz, y siento que con cada día
que pasa, estoy cada vez más lejos de esa sensación, de aquel sentimiento y
aunque he hecho muchos viajes en mi corta vida, el de los últimos nueve meses
ha sido por lejos el más largo y el con mayor introspección.
Todos somos diferentes, con
afinidades que luego nos unen, pero todos y cada uno un mundo en sí mismos. De
ahí que cada cual tenga “motores” diferentes que mueven e impulsan sus vidas.
Es tan genuino como valido que así sea. Para algunos será el trabajo, para
otros la familia o el dinero o como para mi, el amor; el amar y ser amada, por
un príncipe azul, por un gallardo caballero.
A pesar de mis pocas experiencias,
sigo creyendo en los cuentos de hadas porque viví el mío propio y fui tratada y
llamada princesa.
Toda felicidad tiene su precio y
yo ya pagué el mío con una cuota de sanación y sonrisas, con una cuota de dolor
y lágrimas, pero no se puede ver el arco iris sin un poco de lluvia.
No viví su amor creyendo que
fuera para toda la vida, ni que tampoco podría seguir viviendo sin él, pero sin
duda alguna, hacia mis días más alegres, más luminosos. Tal vez no se tratara
específicamente de él, pero estoy segura de lo cómoda que me sentía conmigo
misma mientras estuve con él y que por lo mismo lo extraño tanto como a mí
misma, porque también de eso estoy lejos, tanto que hay días en que duele.
Tengo muy claro todo lo que hice
por él y cambio recibí la misma respuesta: “Tú también sabes lo que hice y di
por ti”. Aquello no salió de mi cabeza hasta que descubrí la respuesta, porque
tengo que reconocer que no la tuve inmediatamente, y es precisamente esta: Días
más felices, más llenos de sonrisas, más vitalidad y ganas de vivir
intensamente cada momento. Más juicio para tomar decisiones, más coraje y
valentía. Mas colores, días más soleados que nublados, más colores, más
sentimientos y sensaciones que no había experimentado antes, más libertad. Y no
es que antes no hubiera tenido nada de todo aquello, sino que el tan solo hecho
de tenerlo conmigo era suficiente para sacar lo mejor de mí y demostrárselo.
Sufrí, sí. Discutimos más de lo
que debíamos, sí. No fui lo suficientemente desprendida de mi núcleo, sí.
Reconozco mis errores, lo hice también en su momento y di lo mejor de mí por
componerlos y recompensarlos. Fui feliz y para mí eso lo valía todo y lo dije: “Yo
solo quiero ser feliz contigo”.
Fuimos apasionados, la química sacaba
chispas entre nosotros con tan solo un par de miradas encontradas y a pesar de
las diferencias, teníamos un punto muy potente en común: lográbamos sacar tanto
lo mejor como lo peor de cada uno de nosotros, el apoyo era mutuo y ambos
crecimos; pero no fue suficiente.
Nos faltó paciencia, pero nos
sobraba complicidad. Nos sobraban ganas, pero nos faltó voluntad. Nos faltó
tiempo para un “solo nosotros”, pero nos sobró compañía. Tuvimos sueños y metas
cumplidas, viajes y placer.
Como en la vida, tuvimos altos y
bajos. Unos días muy arriba y otros muy abajo.
Como en las películas, no tuvimos un gran final feliz. ¡Pero qué gran historia!.