martes, 27 de mayo de 2014

A ti.~

Todas las historias tienen un principio y una razón de ser, pero ésta, tuvo una razón para nacer, que posiblemente aun no conozcamos, ni vayamos a saber jamás.

Aun era una niña cuando el destino cruzó nuestros caminos, al menos me veía como una, porque a pesar de ello siempre he tenido la sensación de que en mi vive un alma antigua, en una circunstancia que hoy parece paradójica, pero en una etapa de mi vida en la que por primera vez empezaba a volar con mis propias alas, en una etapa en la que sabía de sobra que cometería muchísimos errores pero que al mismo tiempo sabía que por personas como él, al fin del día todo estaría bien.

Resulta dificilísimo hacer esto, escribirte, porque cuestiono absolutamente cada palabra, pero al mismo tiempo está siendo inevitable, algo dentro de mi me insta a hacerlo, así es que lo hago, con la mayor inspiración y pasión de la que soy capaz cada vez que hago esto.  Lo es también porque no recuerdo mucho los detalles como ocurre con frecuencia con otras historias y no es porque no haya estado prestando atención sino que, por el contrario, estaba poniendo demasiado de mis sentidos en lo que fuera que estuviera haciendo o diciendo y no llegué a concentrarme en las pequeñeces, pero si se bien que ahí estábamos ambos de pie en un auditorio repleto de gente: tú con tu sonrisa amable y generosa de siempre y yo en el más eficiente de mis personajes. Lo que hoy parecería una abierta estrategia de conquista, en su momento fue nada más que caballerosidad y educación, o al menos eso es lo que creo alguna vez me contaste cuando pregunté. Aquel día, aquella conversación, nos permitieron llegar hasta ahora, intactos, con más años, más dolidos, más preparados, pero sin duda, los mismos de siempre, los mismos de aquel día en el que descubrimos que al menos yo sabía quién eras aunque nunca antes hubiera visto tu cara, pero que teníamos un círculo de personas en común.

Cuando echo a correr la memoria, descubro qué fue lo que nos hizo llegar tan lejos: cuando te conocí no sabía que tenía la necesidad de que alguien me escuchara y realmente entendiera mis palabras no solo por cumplir sino también porque la vida lo había enseñado como a mí y que eran las experiencias del pasado las que nos unirían en un futuro. ¿Cuántas personas en el mundo has conocido que tengan la capacidad de escuchar y oír al mismo tiempo? ¿Que puedan responderte lo que preguntas y no aquello que ellos quieran decir? Yo solo lo conozco a él.

Me levantó de las cenizas, impidió que perdiera la cabeza, fue honesto cuando se lo pedí aunque me doliera y se negara a hacerme daño, intentó hacerme cambiar de parecer y cuando vio que no lo conseguiría no se rindió. Me llevó al peor de los médicos, al que cuando algún otro sabe que visitas se alejan irremediablemente de ti, cuando sabia de sobra que él podría hacer ese mismo trabajo. Cuidó de mí, de mis dolores, de mi autoestima, secó mis lágrimas, me abrazó hasta dejarnos sin aire y sin preguntar. Creó sonrisas genuinas, panoramas simples, sacrificios innecesarios pero infinitamente valorables, porque yo no le había dado nada, nada más que mi triste y torpe presencia y compañía. No fui su mujer pero quiso y puso el mundo a mis pies. No fui ni di nada, nada más que yo misma, dañada, herida, molesta, triste y enferma, pero aun así era todo lo que él quería de una u otra manera en su vida y es por ese mismo motivo que sigo aquí.

No puedo decir que no le importaba que las penas y lagrimas fueran de otro, porque con el tiempo descubrí que si le importaba y en más de un sentido. Él me ayudó a sanar, y cuando pude seguir caminando sola, aunque coja, me aparté de él, con el dolor de una pérdida más, pero con la esperanza de que la vida lo compensaría con creces por ser quién es, por ser cómo es y no me equivoqué, eso espero. 

Por eso, hoy te dejo unas cuantas lágrimas más, pero hoy no son de nadie más que tuyas. Hoy te escribo por primera y única vez, pero siéntete feliz porque yo lo hago por ese mismo motivo.
Siéntete feliz, porque está llegando el final de estas palabras y desde el tercer párrafo supiste que eran tuyas estas estrofas y de nadie más que tuyas, y por supuesto me harás saber de alguna u otra manera que lo sabes.

Siéntete feliz, porque nos conocimos en la que dicen es la mejor etapa de la vida, en la que se forman los caracteres y nos definimos como seres humanos, cuando no éramos más que dos estudiantes de la universidad y de la vida.

Siéntete feliz, porque a pesar de que mi respuesta a tu proposición fue negativa, no fue así porque no hayas sido todo lo que quisiera para mi vida, sino porque fui demasiado cobarde para aceptarla, porque además sabía que cumplirías con cada una de las palabras que decías en mi oído. Reconocer mi miedo en voz alta te habría dado a ti el coraje que necesitabas para lograr convencerme y darme todo aquello que nunca te dije que necesitaba pero tú manifestabas de forma tan convincente en voz alta y mirándome a los ojos que sabías y que de hecho hasta el día de hoy sabes. Habría flaqueado, e inevitablemente uno de los dos habría terminado herido y yo no estaba dispuesta a correr ese riesgo.  

Siéntete feliz, porque no mereces contigo a una mujer dañada a la espera de ser reparada, sino una íntegra, entera, porque desde donde se mire tu alma, tú si lo eres.

Siéntete feliz, porque a pesar de que en algún momento la conversación dejó de ser diaria y en el camino pudimos abandonarnos, nunca lo hicimos, ni antes, ni ahora, ni después.

Siéntete feliz, porque aunque he estado molesta contigo, o desilusionada de la vida y sus encantos o sintiéndome infeliz, no habrán días que me queden de vida en los que vayas por tu vereda y yo por la mía y no vaya a sonreírte.


Siéntete feliz, aunque se perciba la pena, porque a pesar de que nadie lo crea o lo entienda o ni si quiera nosotros mismos sepamos por qué, nos queremos. Yo, te quiero. 

martes, 13 de mayo de 2014

Bésame.~

¿Y si te beso para olvidarnos del mundo? Para perdernos entre el mar de gente, en la nube de nuestros pensamientos. 

Entre tanto te decides, me tomas con una mano tras el cuello para que no haya oportunidad de escape, sin que tus labios se separen de los míos ni por un segundo y yo me aferro a tu espalda como si se me fuera la vida en ello, mientras tú con la otra me sostienes la cintura, mano que luego avanza hasta la parte baja de mi espalda anhelante de caricias. En susurros y con poco aire en los pulmones, con la respiración agitada, mi cuerpo te advierte que si no te detienes no volveré a dejarte a ir, que no podrás apartarme de ti, pero continúas hasta que recuerdas quiénes somos y cuál es nuestra historia.

Te detienes. Retrocedes, pero sigues ahí, mirándome con la transparencia de tus verdes ojos, recordándome que son ellos quienes dicen lo que el corazón no puede, y vuelves a acercarte.

¿Y si me besas para olvidarnos que tenemos los pies en la tierra? Para perdernos en el deseo de ser solo tú y yo, en que el tiempo se para por completo. Ahora tu beso es cada vez más intenso, cada vez más posesivo, cada vez me habla más de ti y de lo que sientes.

Bésame para olvidar que no hace mucho tiempo atrás nos separaron todos los océanos, todas las estrellas, todos los continentes, todos los climas y 16 horas. 

Bésame con la misma desesperación de no habernos visto en ese tiempo pero con la firmeza con la que se besa cuando a pesar de tanta distancia en espacio y tiempo, no hubiera día en que no me llevaras en el corazón. 

Bésame con delicadeza y suavidad, con dulzura, como si estuvieras diciéndome todo lo que me quieres, para demostrarme que lo único que nos separa ahora es el miedo, nuestro miedo y la incertidumbre del futuro y no la falta de amor. 

Bésame con la fragilidad de la porcelana, con la precaución con la que se acaricia una rosa para no lastimarse con sus espinas. 

Bésame como lo hace el Rey al despedirse de su Reina antes de partir a la guerra, con el miedo vivo en los ojos al saber que corre el riesgo de no volver a verla.

Bésame para no volver a olvidarnos, para recordar que nos quisimos, que te amé como a nadie, que nos amamos como jamás ninguno de los dos amó antes. 

Bésame para saciar tu necesidad de mí, para acabar con tu mal genio, como si fuera lo mejor que la vida haya puesto en tu camino y estuvieras agradecido de ello, para grabarme en tu alma.

Bésame para olvidar que existimos, para recordar que no fuimos un sueño o al menos no uno que se tiene estando dormido sino más bien despiertos. 

Bésame para olvidar tus problemas, para recordar cuál es tu lugar en el mundo, para sentir que tienes tu propio hogar además del que te dieron tus padres.

Bésame ahora para ser feliz cada día al abrir los ojos por la mañana y cada noche antes de soñar con lo felices que hemos sido luego de que volvieras a besarme por primera vez.  

Bésame. Bésame para olvidar, bésame para recordar, pero hazlo. Bésame.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Espero ~ M. Benedetti.

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
se que las noches son mas frías,
Sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche;
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte, pues sé que no vendrás.
 
Te espero cuando miremos al cielo de noche;
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
quizás por el resto de nuestras vidas.
 
Es triste hablar así,
cuando el día se me hace de noche,
y la luna oculta ese sol tan radiante.
Me siento solo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
sólo sé que me encuentro muy solo,
y que no estoy allí.

Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte, nunca soñé con quererte, 
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como el agua en el desierto,
mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
 
Mi esperanza de vivir eres tú,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo...