Al límite de sus sensaciones, en el tope de lo que está sintiendo, su boca dispara un juego de palabras impresionantes, de esas que te descolocan, que te mueven el suelo. Cuando te quedan mirando así, mas con ojos tan lindos, esperas que te dejen tres metros sobre el cielo y aunque no fueron esas palabras exactamente, la reacción fue la misma, la sonrisa no desapareció de mi cara.
Sin pensar o imaginarlo, transformó un hilo de letras en una declaración de amor, tal vez. Confesó su odio por mí como un mal necesario, como una etapa superable, como el sentimiento más natural del mundo. Debía ser así para después amarme y mucho.
No le importó, no tuvo cuidado menos delicadeza, al pronunciarlas. Y aunque luego de decirlas, en sus expresiones corporales es evidente que quisiera que se lo tragara la tierra, no responde ninguna de mis preguntas, tampoco dice más nada y solo sonríe y sonríe con esa sonrisa maravillosa que te impide pensar lógicamente y si al mismo tiempo te está mirando se vuelve realmente irresistible. ¿Cómo no besarlo? ¿Por qué habría de contenerme? Es mío. Lo miro y no lo creo, despierto y quiero seguir soñando. Entonces ahí vuelvo a cerrar los ojos, a imaginarlo, a escuchar el sonido de su respiración, los latidos de su corazón, su risa, la que al recordar hay veces que me hace sentir como una loca porque a pesar de que solo está en mi cabeza, no puedo evitar reír con él. Y cuando no está y comento sus anécdotas, rio sola nuevamente antes de si quiera poder decir la tercera palabra de la historia.
Nunca antes, ni en este tipo de situaciones, ni en ninguna otra, me había hecho sonreír que me dijesen en la cara y mirándome a los ojos o susurrando al oído cuánto me odian. Tiempo atrás habría llorado de la rabia, de un inmenso dolor en el pecho, pero no hoy, no con él, no por él.
Lo quiero en mi vida, lo quiero para mí. No tuve que proponerme tener una relación especial, ni hacer cuanto se me ocurriese para que fuera una historia de amor que trascendiera en el tiempo y que él no olvidara jamás. Es así de especial por sí sola, sin forzar nada, por su naturaleza y la mía. Es una de mis partes favoritas, junto con la cantidad de músculos que entreno cada vez que estoy con él y rio a cada instante. Su forma de ser, de ver la vida, sus metas, sus expectativas, sueños y logros, todo lo que es, lo que no es y lo que será, hacen que mis ganas de vivir sean cada vez más firmes.
La naturalidad y la química son increíbles. El reflejo del tiempo ha tenido todo efecto completamente inesperado, para variar. No es como que haya sido ayer, sino todo lo contrario. No hace mucho que apareció en mi vida, no hace mucho que las cosas cambiaron tanto en su cotidianeidad como en la mía y es como si el tiempo se hubiera triplicado. Y nos sorprendemos cuando estamos de acuerdo en las simplezas de la vida diaria, y como ningunos otros, en el corto tiempo hemos discutido y conversado muchas veces y seriamente, pero increíblemente el resultado es siempre positivo. Y aunque sabe que no es la instancia correcta, si tengo que provocar una discusión para escuchar de sus labios decir todo lo que piensa y todo lo que siente por mí, entonces lo haré: una y mil veces.-