De un tiempo a esta parte he descubierto que soy
capaz de poner "stop" a mi vida y hacer correr la película
en cámara lenta en mi mente, poniendo especial atención a los
detalles, a cada palabra, gesto y mirada y encontrar su sentido, su razón de
ser.
Ha sido parte de mi crecimiento y como consecuencia de este nuevo
aprendizaje es que probablemente lo que antes me hacía daño ahora no lo haga
más.
La sensación que ello me provoca es de ir un paso más adelante, de ahora
en mas es como si entendiera por qué pasan ciertas situaciones, por qué he
estado en ciertos lugares. Conocerle fue una de ellas.
Le conocí en aquella época en la que no me
importaba engañarme a mi misma y a mis sentimientos, en aquella época en la que
juraba haber olvidado cuando sentía como aun sangraban mis heridas con tan solo
recordar un nombre. Le conocí cuando no quería volver a enamorarme por tenerle
miedo al dolor del espíritu, cuando solo quería disfrutar de la vida con quien
fuera sin comprometerme con nadie, sin responsabilidades. Pero en mí el
encuentro entre sentimientos es tan natural como escribir con la mano
izquierda: quería tener a alguien a quien escribirle, con quien soñar. Un
confidente, un amante sin cargo de conciencia, alguien a quien jurar amor
eterno.
El tiempo pasa y de su paso hace y deshace a su
antojo. Cada día me enamoro más y más de él y es que es innegable su encanto. Quisiera
ser su espejo para tener la dicha de definirme como él. Es su forma de ver las
pequeñas y grandes cosas de la vida, lo detallista y simple que puede ser a la
vez. Su voluntad a veces manejada por otros, su ternura cuando estamos solos. Nunca
antes había reído con tantas ganas sin tener que fingir nada, nunca antes había
sufrido y llorado en un comienzo sino por culpa de un final. Es lo que nos hace
únicos y especiales.
Con todo, hay algo en él que a ratos no puedo
evitar envidiar: su desplante y carisma y es que encaja perfectamente donde sea.
Y aunque puede que no sea exactamente así, encaja perfectamente en mi vida,
conmigo. Es mi mitad, mi equilibrio y armonía. Con grandes y chicos, con los
caballos y los perros, con todos. Es tan grande mi satisfacción que hay veces en
las que no comprendo el origen de mis lágrimas que en días nacen con tan solo
sostener mi mirada en sus ojos y en momentos como aquellos es cuando confirmo
lo que se me viene a la mente cada vez que estoy en sus brazos: “Él es el
indicado” y cuando menos me lo espero, me sorprende con preguntas que hacen que
me entregue aun más a vivir el sueño: “¿Comprometámonos?”.