Soñar no es solo cosas de niños. Es parte de mi esencia ser así, planificar grandes situaciones o pequeñas a corto, mediano y largo plazo. Siempre he sido criticada por lo mismo: por proyectarme con quien está a mi lado, con quienes quiero.
Siempre pienso: esta vez será diferente, voy a vivir día a día y no me voy a preocupar de lo que viene, que venga lo que venga. Y aun cuando a ratos siento que es una lección aprendida, no puedo evitar echar a correr mi imaginación sobre el futuro.
Así como la moneda, todo tiene dos caras, dos puntos de vista. El evidente entusiasmo de prepararlo todo, detalle por detalle. Las caras de felicidad por las buenas ideas, verlos a todos opinar maravillas. Todos quieren todo, nadie se queda abajo: son viajes, casas por construir y decorar, los nietos, los sobrinos, el campo, las navidades, los años nuevos.. Incluso al escribirlo resulta satisfactorio, recordarlo te infla el pecho, es la sensación que no sabes qué nombre ponerle pero la sientes: nace del estómago, como las mariposas del enamoramiento que luego se hacen tan solo una y te recorre todo el cuerpo. Si pudiera verse de alguna manera sería tal cual Walt Disney imaginó a Peter Pan luego de que le dieran su primer beso.
Todo ello hasta que descubres el motivo por el cual te decían que la buena sensación es solo momentánea, porque sucedería que por algún u otro motivo o circunstancia de la vida misma alguien te decepcionaría o te haría enfadar y hasta ese mismo instante llegarían todos esos sueños y proyectos. La rabia te haría olvidar y tal vez más aun seria tu punto de flexión, tu talón de aquiles, aquello en lo que por automático pensarías y te haría llorar desconsoladamente.
Sin mas, si tengo esto en mi a lo que llamo capacidad, quiere decir que también me hicieron lo suficientemente fuerte para aguantar el lado negativo que conlleva.
Que llore, por el motivo que sea, no me hace débil, todo lo contrario: soy lo suficientemente humana para mostrar lo que me hace daño y me duele, me hace transparente.
Que llore, me hace sensible a las sensibilidades del resto, me obliga a ser empática con los demás, porque si alguien me ve llorar y entiende mi sufrimiento, quiere decir que yo también puedo.